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Andrea Wagner: el silencio como lenguaje, el óleo como refugio

Por: Berenice Desmond

En un mundo donde todo parece querer alzarse sobre el bullicio, la obra de Andrea Wagner propone una pausa. Una pausa para mirar, para sentir, para habitar lo que no tiene nombre. Con óleos de trazo firme y gestos mínimos, esta artista nacida en Darregueira y forjada entre la vastedad pampeana y los silencios interiores, crea un universo visual donde el contacto, el vínculo y la memoria cobran cuerpo.

Sus cuadros no pretenden narrar, sino insinuar. En sus series Gestos silenciosos o en obras como En camino, la pincelada se vuelve casi una confesión. «Pinto lo que no supe decir», afirma Wagner, con la serenidad de quien encontró en el arte no una salida, sino una forma de habitarse.

Una vida entre el arte, la docencia y el campo.

Antes de entregarse por completo a la pintura, Andrea fue maestra, orientadora educacional, madre, lectora apasionada de novelas históricas y observadora incansable del cielo estrellado. Su vínculo con la pintura nació en un convento de hermanas franciscanas, donde estudió de niña. Pero fue recién en 2013 cuando ese lazo se volvió visceral: «Descubrí que podía crear», dice, recordando al profesor Dario Urban, quien le dio el primer empujón. Desde entonces, alterna sus días entre talleres, pinceles y silencios. Habla de sus obras con una mezcla de pudor y certeza: sabe lo que quiere decir, pero elige el murmullo por sobre el grito

Las manos que hablan

En su serie Gestos silenciosos, las manos son protagonistas absolutas. No como símbolo grandilocuente, sino como territorio sensible donde se inscriben ternuras, despedidas, cuidados y temblores. «Las manos son una extensión del alma», confiesa. Cada arruga, cada roce, cada apertura o cierre es para ella un poema sin palabras.
La artista pinta desde el cuerpo: sus emociones se traducen en colores, presiones, texturas. «El óleo tiene densidad, volumen, textura… se seca despacio y eso te obliga a convivir con la obra», explica. A veces lo combina con carbonilla, buscando una tensión entre lo sutil y lo crudo.


Pintar el gesto de una historia.

Su obra En camino muestra dos figuras difusas, unidas por la bruma y la memoria. No hay certezas, solo un tránsito compartido: «Avanzando pero sin despegarse del todo… con historias encima y preguntas sin respuestas». Wagner se reconoce ahí: vulnerable, sensible, caminando entre luces cálidas que sanan.
Cada uno de sus cuadros es una conversación con el silencio, una exploración de lo invisible. La abstracción, que empieza a conquistar nuevos espacios en su obra, aparece como un próximo paso natural en su búsqueda: más allá de la forma, lo que importa es la resonancia emocional.

Lo que queda.

«Me gustaría que el público sienta, aunque no sepa qué», dice. Su arte no busca explicar: invita. A que el espectador se detenga. A que algo se mueva dentro. A que el silencio diga lo que las palabras no alcanzan.

Andrea Wagner pinta con todo lo que es: su historia, su cuerpo, sus amores, sus miedos. Y desde ese lugar íntimo y profundo, su obra nos recuerda que hay gestos que, aun cuando no se ven, perduran.

Para ponerse en contacto con Andrea visita sus redes: @andreavwagner.arte

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