MALBA Puertos y Música de fondo
por @altieriluis
El MALBA Puertos, en Escobar, ubicado dentro de un enorme predio de barrios privados a puro estreno, aún sin árboles y todo porvenir, el sueño de los Ingalls, lleno de niños pequeños que crecerán “robustos y valientes”, (como diría el bueno de Whitman), en la seguridad de un barrio cerrado, paraíso bucólico, contiene a este hermoso museo, abierto a la comunidad.
En una gran sala pudimos apreciar una suerte de hornos gigantes, “una constelación escultórica de barro crudo”, todo nuevo, sin huellas ni de tiempo ni de cenizas del fuego ni de vida o sueños anhelados al cobijo de su fulgor. Eso sí, monumental y frio. Crudo. Rodeado de unos pocos textiles Wichis, maravillosos, desde el aire, en una transparencia de luz, que los volvía efímeros en su presencia. El conjunto de pretendido diálogo, como suele suceder, lucía mejor en el texto que en su emplazamiento real.
“Para nombrar el acto de tejer, el pueblo Wichi usa la palabra tayhin, que implica una acción siempre continua, un gesto que persiste mientras todo se transforma. Tayhin también se utiliza para referirse a construir, reconstruir y cicatrizar. Porque tejer, es también, cerrar heridas”
(Gabriel Chaile en diálogo con Claudia Alarcón y tejedoras Silat “la vida que explota”)
En otra gran sala, las maravillosas obras en relieve del grupo Mondongo, hechas de plastilina de colores, son ventanas literales a paisajes de Entre Ríos. El realismo es apabullante y de un esmero envidiable y agotador.
A pocos metros de allí, “el lago” con su playita, reposeras y sombrillas solo para propietarios, una ducha donde todos buscaban agua, para jugar en la arena. Aguas no disponibles para bañarse. Y muchos puestos para consumo de comidas con grandes mesas en sombra. Lo más llamativo: atardeciendo sobre la pequeña laguna, puestos a escuchar los pájaros y la risa de los niños, se ofrecía música Techno sostenida, a buen ritmo y volumen, seguramente apoyado en la creencia de lograr un clima
“energético y dinámico” que no deja resquicio alguno para digerir lo observado. Nada de silencio , favorable a la contemplación.
Siempre hay que estar bien llenitos y estimulados. Hay comida, música techno a alto volumen y por las dudas están nuestras pantallas, para sostener el loop incesante de ruido mental ante el riesgo del vacío potencial. Estímulo visual, auditivo, oral. Y lo más interesante, como la práctica “ambient”se universaliza, me ofrece la oportunidad de “pertenecer”. Y esa mancha incómoda de cultura, no molesta, es algo más del menú de consumo.
Luis Altieri, Diciembre 2024