De la academia al taller y los caminos del arte
Este es un texto que escribí hace mucho tiempo que siempre queda vigente, más que nada para quienes recién arrancan en este camino artístico, no es una guía, es un pensamiento, una reflexión, no es una crítica tampoco, más bien una charla, que nadie piense mal.
por: @darioparejas
Nunca nadie va a hacer las cosas por vos… Decían, en alguna oportunidad, los artistas plásticos del «under», esos que llevan tanto tiempo en el ruedo, acumulando salones nacionales participados pero nunca ganados. Son artistas de sangre, los que dan clases incansablemente, viendo desfilar innumerables que el arte contemporáneo trae consigo. Muchos de esos pibes, tarde o temprano, se van a hacer alguna clínica importante o un posgrado de curaduría; entonces se transforman en vanguardistas.
La realidad es que esos artistas emergen, crecen y solo se acuerdan del maestro en la referencia breve de un CV o en la sección «Acerca de» de su sitio web.
Quiero hablar de lo que nos pasa a los artistas que seguimos remando. Desde que cursamos la escuela de Bellas Artes, el magisterio o el profesorado, hemos visto a nuestros maestros convertirse en cuasi próceres de su área. Sin embargo, no son reconocidos como deberían porque las redes sociales y la tecnología llegaron tarde a sus vidas. Crecen, en cambio, los que tienen habilidad para este «deporte» digital. Así, mientras los maestros siguen trabajando en sus talleres y dando clases en universidades o escuelas de arte, su producción queda eclipsada por la velocidad y alcance de los medios sociales.
Como emergentes, buscamos identificarnos con algún maestro en sus talleres. Compartimos el espacio con otros que, en teoría, también deberían tener intereses afines. Pero, claro, hay de todo, y eso no está mal. Ahí comienza el camino del artista: aprender a compartir, a dejar de ser tan individualista. Porque el aislamiento puede devorarte. Si no fuera así, tampoco estarían las redes sociales llenas de trabajos para mostrar. Aunque también están los que no publican nada, por temor a la crítica. ¿De quién? Tal vez de sus propios amigos, porque si no tenés los contactos suficientes, puede que termines enfrentándote a una crítica inescrupulosa. ¡Aunque esos casos son los menos!
Claro, salvo que ganes un premio. Yo soy de los que siguen participando, aunque digan que todo está arreglado. No nos damos por vencidos y nos anotamos en cuanto salón podamos, siempre que sea online, porque los tiempos actuales hacen que llevar una obra físicamente sea cada vez más raro. Aunque confieso que yo sigo llevando obras, porque participar sigue siendo la consigna.
A veces pienso… Ganar en esos grandes salones es un sueño. Pero, ¿qué pasara si ese sueño se hiciera realidad? Tal vez no sabría cómo lidiar con tanto. Quizá incluso caería en un pozo depresivo, incapaz de pintar por la presión de superar mi obra anterior. El miedo podría paralizarme. Y allí estarían otra vez las críticas, esas que llegan solo porque ganaste algo.
Pero seguimos. Del taller a casa, a seguir pintando, a mirar las redes, a ver cómo otros se hacen famosos, ganan premios, publican poco pero contundente, o mucho y constante. También están los que no se la creen, los que a pesar de sus premios siguen trabajando porque su lucha es constante, porque quieren superarse. Ellos ya pasaron la barrera del ganador y nos inspiran a seguir.
Ese ejemplo nos impulsa a pintar, a soñar, a capacitarnos y a conectar con gente en este camino tan hermoso que es el arte. No hablo solo de la pintura. Lo mismo pasa en la música, en la literatura y, sobre todo, en el teatro, donde constantemente hay que poner el cuerpo y la cara.
Entonces me pregunto: ¿Nuestros talleristas, esos maestros que nos guían y que ya pasaron por todo esto, saben de nuestras inquietudes? ¿Querrán ayudarnos? Eso espero. Gracias por pasar.